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Aprendizaje Emocional

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La neuroeducación, también llamada neurociencia educativa, es una disciplina en expansión que se ocupa de estudiar la optimización del proceso de enseñanza y aprendizaje con base en el funcionamiento del cerebro y los fundamentos neurobiológicos que lo sustentan (Gago y Elgier, 2018), y respecto a estos avances surge la premisa de la importancia de la emocionalidad en el proceso de aprendizaje en los niños y adolescentes.

Los seres humanos nos encontramos en constante desarrollo, cada día nos sugiere nuevos cambios en base a las experiencias, rasgos de personalidad y estímulos que podamos estar recibiendo de nuestro ambiente. Muchas investigaciones vienen desarrollando caminos y puentes que den realce a estos temas, para que la educación pueda seguir evolucionando no solo a nivel académico, sino también en el área socioemocional.

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Por ejemplo, Richard Davidson (2012) comprobó la enorme variabilidad que tiene el cerebro en los 5 primeros años de vida y como esto influye a la hora de condicionar el carácter de la persona, más que en otros años, pues las habilidades y los procesos mentales que se desarrollan en esos momentos pondrán las bases sobre las que posteriormente se forjarán las demás, proponiendo un perfil emocional que consta de 6 dimensiones:

  1. La capacidad para recuperarnos de la adversidad
  2. La actitud para hacer que dure una “emoción positiva”
  3. La pericia a la hora de interpretar las señales sociales que emiten otros
  4. La autoconciencia de uno mismo
  5. La sensibilidad referida al contexto
  6. La capacidad para enfocarnos en nuestra concentración.

En el año 2008, la Fundación Botín, de España, realizó un estudio con 500.000 estudiantes de educación infantil, primaria y secundaria, demostrando que el desarrollo sistemático de programas de educación emocional y social en la escuela repercute positivamente en el bienestar emocional de niños y jóvenes, en sus relaciones sociales, también mejora su rendimiento académico y actúa como factor preventivo de problemas mentales y conductuales en su desarrollo.

Mora (2013) refiere a los estudiantes como seres emocionales, que aprenden y memorizan mejor lo que los involucra, lo que exige su participación sensorial y lo que aman. Existe así, un entrecruzamiento entre la emoción y la memoria que genera recuerdos fuertemente sostenidos en la memoria a largo plazo, con mayores posibilidades de ser recuperado y por tanto consolidado. Así mismo, si las emociones no son gratas, afectarían negativamente la predisposición a aprender cosas nuevas o a establecer contactos con otros, impidiendo al estudiante generar conexiones con los demás (Araya y Espinoza, 2020)

Las necesidades emocionales están siendo mayormente visibles en tiempos de crisis sociales y económicas, donde las familias, y en general, las personas no encuentran siempre los medios adecuados para gestionar sus emociones ante situaciones de incertidumbre, ansiedad o presión, ya que el enfoque de enseñanza estuvo orientado a la teoría y logro cuantitativo de conocimientos, más que el desarrollo y fortalecimiento de capacidades socioemocionales.

Por tanto, si bien han surgido nuevas reformas educativas a nivel mundial, que suelen ser referentes, aún estamos en camino de poder lograr una educación emocional dentro del ámbito escolar e inclusive familiar.

Ahora que nos encontramos en casa podemos empezar por aprender a reconocer como es cada emoción, que sensaciones nos produce, en que momentos ocurren y de qué manera nos hacen reaccionar, una vez identificadas podremos empezar a gestionarlas moderando su intensidad, expresándolas de manera adecuada y desarrollando capacidades para poder manejarlas y no dejarnos dominar por ellas. De esta manera podemos mejorar la convivencia en el hogar y en otros ambientes en los que nos desenvolvamos. Recuerda que cada cambio surge desde uno mismo y si tenemos niños en casa la forma más efectiva de enseñarles es mediante la práctica y ejemplo.

Eduardo Punset hace recuerdo del propio Goleman cuando decía “Es un error creer que la cognición y las emociones son dos campos separados. Pertenecen a la misma área cerebral, de modo que ayudar a los niños a gestionar mejor sus emociones, significa que pueden aprender mejor”. De nosotros depende.

 

Referencias:

  • Araya Pizarro C. y Espinoza Pastén L. (2020) Aportes desde las neurociencias para la comprensión de los procesos de aprendizaje en los contextos educativos. Propósitos y Representaciones, [S.l.], v. 8, n. 1, p. e312, mar. 2020. ISSN 2310-4635. Disponible en: <http://revistas.usil.edu.pe/index.php/pyr/article/view/312>. doi:http://dx.doi.org/10.20511/pyr2020.v8n1.312.
  • Davidson R. (2012) El perfil emocional de tu cerebro. [traducción de Ferran Meler] Destino, Barcelona
  • Gago Galvagno, L. G., & Elgier, Á. M. (2018). Trazando puentes entre las neurociencias y la educación. Aportes, límites y caminos futuros en el campo educativo. PSICOGENTE, 21(40). doi:10.17081/psico.21.40.3087
  • Fundación Botín. (2008). Educación, emoción y Social. Análisis Internacional. Cantabria, España: Fundación Botín.
  • Mora, F. (2013). Neuroeducación [Neuroeducation]. Sólo se puede aprender aquello que se ama [You can only learn what you love]. Madrid: Alianza Editorial.
  • Punset E. (2012) Lo que nos pasa por dentro. Destino, Barcelona
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Si nunca dejamos de descubrir podríamos conocer un modo de Vivir y Estar plenos que aún desconocemos...

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